El Pueblo

¡Hola, soy Isidoro!

Atazareño de toda la vida. Este pueblo me vio crecer,  he vivido parte de su historia y conozco cada rincón de él y de los montes que lo rodean, como la palma de mi mano.

Ya estoy jubilado y vivo feliz, no necesito más que mis caminatas diarias por el monte para dar de comer a los animales salvajes que viven por la zona y cuidar de mi pequeño huerto.  ¡Si vienes a visitarnos, y me encuentras, te lo enseño!

Un poco de historia….

 

La historia cuenta que su origen procede de un campamento islámico del siglo XII, pero a pesar de ser la hipótesis más extendida, las pruebas que la sostienen, no son lo suficientemente  sólidas, y la aparición de este asentamiento surgió con casi total probabilidad, por los grupos de pastores que construían chozas y corrales junto a sus pastos, que acabaron convirtiéndose en viviendas permanentes y consolidándose como una aldea.

 

El siglo XVIII fue el momento de mayor esplendor del pueblo, con 212 habitantes. Era un pueblo agrícola y ganadero, se cultivaba trigo y centeno en sus tierras y sus huertos,  se vendimiaba en sus viñedos (aunque la uva no se utilizaba para la elaboración de vino) y sus pastos eran envidiables. Existían más de 5000 cabezas de ganado (vacas, cerdos, mulas, ovejas y sobre todo cabras) y se explotaban más de 160 colmenas). En la dehesa crecían robles y fresnos y en el resto del término había quejigos y jarales y 250 sauces plantados por ordenanzas reales.

 

Su industria se concentraba en el molino harinero de El Riato y en la fragua que atendía el herrero de Robledillo (otro pueblo cercano).

 

Había una taberna,  un escribano de fechas  o notario, un sacristán y; ¡hasta un cirujano!

 

En 1833, El Atazar pasa a integrarse en la comunidad de Madrid. Los siglos XIX y XX fueron  duros para el pueblo,  se enajenan fincas y se pierde poco a poco la mayoría del terreno cultivable, y la ganadería que sostenía su economía sufrió un proceso similar; el pueblo pierde su autonomía y pasa a ser un agregado de Robledillo de la Jara hasta 1928.

 

La guerra civil contribuyó a empeorar la situación y el histórico aislamiento, y la población empezó a disminuir; y lo hizo aún más con la construcción del Embalse de El Atazar, que anegó algunas de las mejores fincas que aún se conservaban, además del molino de El Riato e incluso la carretera nueva que se había construido tras la guerra, y que iba al pueblo vecino de Cervera de Buitrago. En 1990 el pueblo contaba con tan sólo 80 habitantes.

 

Hoy en el pueblo vivimos 99 personas, algunas han vuelto y otras se enamoraron un día de ese aislamiento y esa lejanía que ha marcado su historia, y que se convierten en desconexión y tranquilidad para el visitante y turista que pasea  por su calles y camina por sus sendas y que, en ocasiones, se convierte en un habitante más.

 

¿Nos damos una vuelta para descubrir, sentir y despertar?