
15 Jun CRÓNICA DE UN VIAJE ESPERADO
Tener burros en el pueblo no es algo nuevo. Hace unos 25 años estos animales ya rondaban por estas tierras para la ayuda en las labores del arado, y hace unos meses se pensó en la idea de volverlos a traer. En marzo, el proyecto se llevó a cabo. Esta vez tendrían un objetivo diferente: ayudarían en las tareas del desbroce, es decir, comiéndose toda la broza (restos de plantas que aparecen en los campos y que dificultan el tránsito de los caminos) y por otro lado se podría impulsar para el turismo en el pueblo los fines de semana para aquellas personas que quieran hacer pequeñas rutas montados en burro.
Así que para ir a recogerlos, primeramente habría que levantarse temprano porque se auguraba que sería una larga jornada. Se viajó en coche hasta El Berrueco y como no se podían transportar a los animales en vehículo, se decidió recorrer toda la travesía hasta El Atazar con ellos por las sendas.
El camino transcurrió como los que van a San Fernando, un ratito a pie en burro y otro andando.
La distancia de un pueblo hasta el otro es de unos 30 km, que aunque andando el tiempo pasa más lento, es cierto que reconforta caminar solo con tus pensamientos pero también despejando la mente echando algunas risas y sobre todo disfrutando del aire puro y del paisaje.
Partiendo desde El Berrueco, se inició la excursión por la conocida Senda del Genaro (senda que une todos los pueblos que rodean el embalse), se divisaban hermosos campos verdes con árboles, plantas autóctonas alguna que otra fuente natural. Algún animalillo se prestaba como modelo llamando la atención de los que andaban admirando la vista panorámica.
Pasaban las horas con serenidad escuchando nada más que el canto de pequeños pajarillos que sobrevolaban la senda, y a unos metros, se empezó a oír el rumor de una corriente de agua. Se trataba del río Riato el cual fue atravesado con cierta dificultad por parte de los cuadrúpedos pero se terminó pasando con éxito.
A mitad del recorrido se decidió hacer un alto en el camino para saciar el apetito.
Mientras, y gracias a las nuevas tecnologías, algunos se dedicaban a informar a los vecinos a través de los teléfonos móviles enviando textos, imágenes y videos de todo lo que iba ocurriendo y se iba observando.
Finalmente al caer la tarde, se llegó a El Atazar, y al llegar a la meta para sorpresa de los presentes hubo un gran recibimiento por parte de los vecinos.
El cansancio apenas se notaba por la emoción y la alegría dada por esta experiencia.
El día acabó satisfactoriamente. Se dejaron a los burros en el descansadero de caballerías y, una vez instalados, se formaron pequeños grupos junto a la estructura de madera. Unos contando anécdotas, los otros prestando atención a los que iban narrando la historia y otros tantos dando de comer y de beber a los animales.
Cabe destacar que estos animales son muy mansos, muy dóciles y muy cariñosos, pero si se les maltrata, ellos te la podrían devolver. Para que esto último no ocurra, se creó un cartel sobre los derechos de los animales en los que los niños y mayores colaboraron para concienciarlos sobre cómo tratar a estos maravillosos animales.
Han pasado unos meses desde que vinieron y a día de hoy ya son parte de nosotros. Fueron uno más en El Festival de La Jara y nos siguen acompañando en excursiones que se organizan por las sendas.
¡Bienvenidos a El Atazar, Chirli, Conchi, Chulín y Jara!